Introducción
La rosácea es una enfermedad inflamatoria crónica que suele afectar principalmente a mujeres a partir de los 30-35 años. Cursa en brotes, es decir, puede haber periodos de tiempo en que no haya ningún signo ni síntoma de la enfermedad, pero ante determinados factores desencadenantes pueden aparecer de nuevo. Generalmente cursa con enrojecimiento facial, que puede ser permanente o transitorio, y también pueden aparecer pápulas ("granos") y pústulas. Los síntomas incluyen sensación de ardor, picor, escozor... y es habitual también la intolerancia a cosméticos.
Causas
Hay distintos factores implicados en el desarrollo de la rosácea:
- debe existir una predisposición individual, es decir, aparece en personas genéticamente predispuestas.
- hay una alteración en el funcionamiento de la glándula sebácea, que produce un sebo de características distintas al habitual, que al llegar a la capa córnea la irrita, inflama y afecta a la función barrera.
- existe una alteración del microbioma cutáneo, con sobrecrecimiento del demodex, el cual también favorece la inflamación.
- hay una mayor reactividad vascular, lo cual da lugar a los episodios de enrojecimiento, pudiendo derivar en rojez permanente.
Tratamiento
Es importante abordar la rosácea de manera global, tratando todos los posibles factores implicados. Los tratamientos incluyen:
- modificación de los hábitos y estilo de vida: comer sano, evitar el tabaco y el alcohol, hacer ejercicio físico, manejar correctamente el estrés y protegerse adecuadamente de la radiación solar.
- tratamientos orales: antibióticos, probióticos, derivados de la vitamina A
- tratamientos tópicos: antiinflamatorios como la niacinamida o el ácido azelaico, antibióticos como el metronidazole, "antidemodex" como la ivermectina, y reguladores de la función sebácea como el retinol y sus derivados.
- tratamientos con fuentes de luz: para la cuperosis y el flushing se emplean láseres vasculares o luz pulsada (IPL)
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